El sistema vestibular está estrechamente vinculado a las partes del cerebro involucradas con la absorción y la interpretación de la información, incluyendo las funciones mentales, tales como la planificación, secuenciación, la atención y concentración. También es responsable de controlar los movimientos oculares y mantener la mirada fija. Debido a estas conexiones, las personas con trastornos vestibulares comúnmente experimentan alteraciones cognitivas tales como:

- Disminución de la resistencia mental: la concentración prolongada se hace más difícil o imposible. La gente acostumbrada a pasar horas sin interrupción en una tarea en el trabajo o en casa de repente descubre que necesitan descansos frecuentes.
- Dificultad para leer: El texto impreso o en un monitor de computadora a menudo parece rebotar o borroso.
- Dificultad con la memoria: Una de las alteraciones más comunes y preocupantes es la lucha para retener nueva información, almacenarla en la memoria a largo plazo, y recuperarla más tarde.
- Disminución de la capacidad para realizar un seguimiento de varios procesos: los cambios rápidos de la atención, como las requeridas cuando se conduce un automóvil, son más difíciles.
- Dificultad para manejar secuencias: Las palabras y las sílabas se mezclan, las letras y los números se invierten o confunden, y las conversaciones son más difíciles de seguir.
- Dificultad con los grandes conceptos: Es más difícil la integración de los pequeños detalles en una imagen más grande, y las personas se sienten a menudo frustrados. Mentalmente, todas las piezas están ahí, pero no se pueden poner juntas.
- Las personas sin trastornos vestibulares pueden tener poca o ninguna dificultad con las tareas de ese tipo, salvo si están cansadas o estresadas. El carácter fluctuante de estos síntomas hace que sea difícil para las pruebas neuropsicológicas estándar evaluar el grado de dificultad que las personas experimentan en el día a día.